Apoyo mi cabeza en la almohada.
Caigo.
Fijo mis ojos en el techo y llevo mis manos hasta mi nuca. Se enredan en mi pelo. Pestañeo con lentitud y suspiro, también lentamente, sintiendo el aire recorrer mi cuerpo desde que entra hasta que sale de él.
Caigo más profundo.
Mis pensamientos comienzan a divagar por las cosas que más me preocupan estos días, las cosas que no podría alejar de mi cabeza por más que quisiera, que tratara de borrarlas. Tengo todavía los ojos abiertos, pero no veo nada más que las situaciones de mi mente. Soy consciente de que me baña el sol que entra por la ventana, a la tarde, que hace calor, pero no lo sufro, y más allá de eso, no estoy conectada con nada más que tenga que ver con este mundo. Despierta, dormida, soñando.
Repaso todas las palabras dichas, las que me callé porque no era necesario decirlas, las que no dije y me arrepentía de no decir... Supongo, o tengo la esperanza, de que haya tiempo suficiente para decirlas. No quiero dejar ninguna atravesada en mi garganta. En mi imagen mental, las digo y soy libre. En mis imágenes mentales, hay un final feliz. Un final eterno. Vuelvo a suspirar.
¿Necesitás a alguien en este momento? Sí, sí lo necesito. Pero estoy en mi propio mundo, y lo tengo... ¿Es ésa la diferencia entre el sueño y la conciencia? Lo que habita allí dentro sólo son los deseos, y el sueño los vuelve realidad. Lo de afuera sabe que no es verdad, y en el momento en que se cruzan, ambos se dejan convencer de algunas cosas. Puedo volver conscientes mis deseos, lo de adentro; lo de afuera sabe que de todas formas, puedo intentar conseguir lo que deseo. Ahora que sé ambas cosas, puedo hacerlo.
Si me pregunto si necesito a alguien, sí, lo necesito; a la vez no quiero necesitarlo. Porque ya sumida en el sueño, me veo a mí saliendo por la gran ventana, alejándome, sin que me preocupe nada de lo que dejo atrás. ¿Sería bueno llevar a ese alguien que necesito? Sí, pero en mi sueño soy feliz, y en los sueños no arrastro a nadie conmigo. Caigo sola. Aunque en realidad tal vez no esté sola; tal vez esté con alguien, pero es tan cercano y tan único que forma parte de mí misma. No puedo soltarlo. Soñamos juntos.
La realidad es distinta. La conciencia es distinta. ¿Pero no puedo intentarlo? ¿No puedo intentar salir directo hacia el sol, siempre adelante, sin volver? ¿Y qué hay de lo que necesito conmigo? Se trata de hacer consciente lo inconsciente. De hacer realidad el sueño. Y para eso, tengo que despertar. Es hora de despertar.