Los días de calor fueron, sin lugar a dudas, los mejores de mi vida, según lo que puedo recordar. La comparación puede parecer absurda, pero la verdad es que es durante esa época en la que se me presentan situaciones similares a esos buenos días. Todo se trata de recuerdos. Recuerdos de los buenos tiempos. Tengo que recordar lo que Sabato dijo alguna vez de todas formas: "La frase 'todo tiempo pasado fue mejor' no indica que antes sucedieran menos cosas malas, sino que -felizmente- la gente las echa en el olvido"; y creo que es verdad. Pero por cuestiones subjetivas, uno nunca puede pensar en que las cosas que nos pasan ahora son mejores que las de antes. Yo diría que simplemente son, y las cosas que hayan pasado antes son recuerdos de cosas que no van a volver a ocurrir. Y si tuviera que elegir, ¿volvería al pasado? Por supuesto que sí.
Aprecio el vago recuerdo, que ni siquiera sé si es real, de estar sentada con mi abuela a la tarde, en el sol, mientras mi abuelo cuidaba sus amadas plantas, el perfume de la tierra húmeda invadía todo el patio, y miraba al portón esperando a que mi mamá vuelva de trabajar. Eran días soleados también los que nos tocaban cuando mi gran familia decidía alquilar micros para irnos todos un fin de semana a Tigre, o cuando nos íbamos de vacaciones juntos. No hay nada como la inocencia que no te permite ver que las relaciones en una familia no son tan perfectas como parecen. También los días se portaron muy bien para mí cuando tuve la oportunidad de encontrarme encerrada entre montañas, felizmente sola, respirando un aire que definitivamente no era el mismo que respiro ahora por muchos motivos. También es el recuerdo de los viernes, la música, las largas vueltas por una ciudad que no vale la pena, intentando alejarme un poco de la realidad que en ese momento me importaba menos que ahora.
Tantas cosas significan esas tardes soleadas, tanto significa el sol... Y tantas cosas negativas significa el invierno. Pérdidas, palabras que no tendría que haber dicho, abrazos que debieron haber durado más, cumpleaños que cada vez me gustaba menos festejar... Y el frío, los días nublados, la lluvia fría y desagradable que me hacen acordar a los peores días de mi vida. Casualmente, todos calzan con esa horrible descripción. Porque era distinta la lluvia que caía una noche de mayo, que la lluvia que cayó una tarde de febrero, cuando no me molesté en usar paraguas y disfruté llegar empapada a mi casa.
Verano, invierno; calor, frío. En lo único que coinciden en que tanto en los buenos como en los malos momentos, encontré la manera de expresar mis sentimientos. Sea relativo o no, no puedo evitar asociar el sol con los buenos recuerdos, y el frío con los malos; o tal vez sea porque mis preferencias me hacen ver las cosas de ésta manera. De cualquier forma, así vivo mi presente también, y dudo mucho que cambie alguna vez.
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