Welcome to Paradise

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8 oct 2010

Mi música

¿Qué tan feliz se ponía al verlo sonreír? Lo miraba a los ojos y oía su risa. Era inmensamente feliz. Estaba en el lugar que quería estar, y el que no cambiaría por ningún otro. No pedía nada, porque no se acordaba que existía un mundo más allá. Lo escuchaba a él, lo entendía, obedecía y le daba su opinión. Compartían aquellos momentos normalmente. Él la escuchaba también, aunque a veces ella prefería callar y aunque a veces no podía mirarlo a los ojos. No a sus ojos.
Su música le llenaba el alma. Podía oírla durante horas. Esa era la música que alegraba su día. Y toda la semana, impaciente, esparaba para verlo aunque sea unos instantes. Sentir que podía divertirse y comportarse con la naturalidad con la que se comportaba con sus amigos, sólo que disfrutaba más verlo a él. Quería contarle sus secretos y quería saber los de él. Quería cantarle sus canciones y oír las de él. Compartir sus gustos y que le gusten las cosas que le gustaban a él. Quería saber más. Quería confesarle tantas veces todas esas cosas, y que él le confiese a ella mucho más. Pero sólo podía valerse de fantasías. Afortunadamente, soñar es gratis.
Y llegó a un punto en el que no le importaba ser obvia ante los demás o él mismo. Porque le encantaba permanecer con su vista fija en él, con la excusa de que le escuchaba atentamente, pero además de eso, lo observaba y escuchaba mucho más. La pasión de sus palabras, el entusiasmo de sus ideas y la expresión de diferentes tonos sarcásticos que sabía emplear a la perfección. Recordaba que le encantaban las comidas dulces, porquerías que también le encantaban a ella, y siempre pensaba en él entonces, cuando pasaban aquellos sabores por su paladar. Dulce como su persona. Dulce como su amor.
En sus sueños, ellos estaban juntos, como siempre, pero él sabía de qué manera se miraban. Eran ojos distintos, los ojos con los que probablemente miraba a otra persona, pero no a ella, que le habría encantado ser dueña de sus ojos. En sus sueños, estaban juntos, y no veían un fin. Los días pasaban, y ella cada vez adoraba más despertar en la mañana y observarlo dormir, o ser despertada por sus caricias. Él era su música.
Él, que de música llenaba su vida, también la llenaba de sueños. Y ella era feliz cuando lo veía. Pocas veces se sentía mal por aquello, porque no quería ser egoísta. ¡Qué más le habría gustado a ella que llenarle de sueños a él también!

2 comentarios:

  1. Awww ^^ es tuyo no? va para quien creo que va? :)

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  2. Sí, es mío... No me acordaba que lo había escrito en tercera persona, mejor! xD No sé para quién crees que va, tampoco creo que sepas en realidad (:

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