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2 ago 2013

Con la almohada en la cabeza

Hoy me levanté muy temprano y así de temprano salí de mi casa, envuelta en un tapado y una bufanda gigantes, todavía con los ojos semi-cerrados. Y tuve de nuevo una sensación que tal vez hayan tenido todas las persoans de la tierra, o estoy casi segura de que es un hecho universal. De repente, estaba parada en el colectivo, mirando por la ventana. El lugar era cálido, tibio, pero nada reconfortante, porque es un colectivo, y tiene que haber gente que empuja gente, que empuja a otra gente... Y por más calor que haga, los vidrios de la ventana están fríos y forman más parte de la velocidad y el exterior que del calor de algo dulce. Tenía los auriculares puestos y entonces cerré los ojos para empezar a soñar, hasta que de repente pensé "estoy en pijama, con la almohada pegada a la cabeza y toda ésta gente me está viendo".
Pero entonces abro los ojos y no es así. Me miro detenidamente, tal vez me quedé con el pantalón que uso para dormir en lugar de un short común, o capaz que tengo puestas las pantuflas en lugar de mis borcegos. Mentira. Y miro a los demás, y nadie me mira. Pero incluso cuando me doy cuenta de que no es real, sé que de todas formas, esa sensación sigue ahí y que tal vez va a estar todo el día. Pienso que si me pusieran una cama al lado, me dieran la mano y me obligaran a acostarme, lo haría con naturalidad, volviendo a formar parte de un sueño que nunca terminó. Porque la vida es el sueño. Y mi pelo aplastado no sólo significa que me acosté apenas salí de bañarme, sino que siempre, a lo largo de mi vida, tal vez tengo la almohada en mi cabeza, que me dice que "la vida está transcurriendo en un instante" y que todo lo que estoy viendo al final no dura más de quince minutos. Quince insignificantes minutos de sueños, de vida, de acontecimientos.
Después de pensar en todo esto, miro a la gente que me rodea y sonrío. El sueño es bastante extraño. Y todas esas personas que están ahí, sólo son otras personas que también sueñan y se superponen en un mundo ficticio. Qué ganas de cerrar los ojos un segundo más... De escuchar un verso más de esa canción, un acorde más... Y de tener sueños dentro de sueños.
Al final, cuando me bajé del vehículo, el frío era tan intenso que parecía aún más irreal. Disfruté mucho de dos cuadras de caminar. Todo lo bueno y lo malo de mi semana pasó por algo, y se van a resolver y terminar por algo. Sigo viajando, pensando en sueños, en cosas que podrían llegar a ser, en cosas que son y en las que no fueron. No tiene nada de malo, porque al final lo que es, es simplemente otra realidad, igual de válida que las demás (claro que tal vez puede sacar más canas verdes que otras "realidades"). Así que camino dormida, con la almohada en la cabeza. Junto a millones de personas en el mundo.

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