Siento que estoy en verano nuevamente. Este momento de mi vida es verano.
Desde que tuve dieciséis años en adelante, siento que cada etapa de mi vida fue una estación diferente. Sin importar el clima, cuando tenía esa edad, vivía constantemente en verano. Un verano caluroso, movido, divertido. Mi vida era tan colorida y alegre, tan llena de brisas cálidas, que me arrastraban despreocupadas por todos los lugares que vi, que visité. Me aferraba al valor de una amistad que defendía con uñas y dientes, porque me sentía viva, sentía el sol deslumbrarme cada vez que salía y no recuerdo nunca haber bajado la cabeza. No sé si todo esto era exactamente bueno. No había un equilibrio entre lo bueno y lo malo, o mejor dicho, entre lo que yo sentía bueno o malo. Porque de hecho, pasaron cosas malas, cosas horribles, pero me sentía tan agresiva e inquieta que tal vez a lo malo prefería escupirlo y hacerle "fuck you" desde lejos. El verano interminable, que duró desde que tuve dieciséis hasta que tuve casi dieciocho años, fue una etapa de, bueno, sí, rebeldía (aunque no me cae bien esa palabra usada en mí), o mejor dicho, arrogancia. Ahora siempre es viernes, cantaba, y con razón. Mi vida echaba fuego.
Después de eso, como el orden de la naturaleza lo indica, vino el otoño. Que empezó también en el otoño en el que cumplí la mayoría de edad. Fue una etapa que reconozco más corta y de cambios bruscos que, si lo pienso ahora, tal vez no fueron tan reflexivos. Al calificar mi vida desde hace cinco años hasta ahora, trato de calificarla de alguna forma en la que se entienda lo que pasaba por mi mente, y cómo es que todo eso hacía reaccionar a mi cuerpo. No sé para qué o para quién, creo que para mí misma. Últimamente, todo lo que hago lo hago para mí misma. Y no pasaba lo mismo entonces; recién en ese otoño empecé a cuestionar los grandes pilares de mi ideología, forma de pensar, como quiera usted lector llamarle. Pilares que yo misma había creado, y que pensaba (de ahí la "arrogancia") que iba a mantener para siempre. Al comenzar a meterme en situaciones que cuestionaban todo lo que yo había defendido alguna vez sobre la vida, empecé a pensar en que una lucha a nivel interno se estaba por desatar en cualquier momento. Comenzaba a sentir frío. El sol me abandonaba. No estaba equivocada, pero en ese momento preferí no darle importancia para nada. Tal vez porque no pensaba cambiar, o en realidad, porque una de las estupideces en las que creía antes, era que nada podía derribarme a nivel emocional. Me creía capaz de superar cosas que tal vez no eran ni tan simples ni tan conocidas para mí. Ahora pienso que todos cometemos ese error, y no sólo una vez, sino todo el tiempo.
Así que el invierno fue cruel, violento, más violento que mi verano. Lo único que podía hacer era acurrucarme en un rincón, con la mente helada, siento castigada por pensamientos más helados que yo misma. Me sentí joven y estúpida, y a la vez grande y cansada. Muy joven y estúpida porque no tenía ni veinte años y ya deseaba estar llegando a mis últimos días de vida. Y constantemente pensaba (incluso ahora) que la chica de dieciséis años no habría entendido por qué su vida estaba destinada a ser así. Por qué de repente era tan difícil hacerle "fuck you" a los malos pensamientos. Era algo tan impropio de mí, tan extraño, tan débil que tal vez todavía me cuesta entenderlo, y a otras personas también les costó (o no lo entendieron ni trataron). El porqué de ese bajón es largo e interminable de explicar, literalmente hablando. Si lo pienso, todavía se me ocurren más y más cosas que puede encerrar mi inconciente, esas cosas que libera sólo para que se produzcan crisis como esa. Detesto esa sensación, de estar encerrada todo el día, constantemente, de sentir que mi piel se aclara; de que tengo ganas de estar acostada abrazando a mi P-chan, sin salir a ver a nadie, ni que venga a verme nadie. El frío es insoportable. Odio el invierno, y ahora lo dejo atrás. La primavera fue extremadamente corta, y confusa. A veces parecía que llovía sólo encima de mi cabeza mientras todos los demás cortaban flores y andaban en bicicleta. Y a veces era todo lo contrario. La primavera es agradable si uno sale de un invierno agradable.
Hoy, cuando salí de mi casa, miré el cielo despejado, celeste y brillante y pensé: "Ya estoy en verano otra vez". No es un verano agresivo, sino un verano de diversión y casi optimismo. Tal vez siga siendo arrogante, pero al menos ahora también me siento con confianza por lo que puede venir. Sé que a lo largo de mi vida, viva el tiempo que viva, voy a volver a caer en etapas otoñales, de invierno y primavera. Y pienso que aún estoy nuevo, aún tengo tiempo de más. Cada vez que se nuble el cielo, voy a tratar de pensar en eso. Que siempre es viernes, y en el cielo, todavía el sol dice que es verano.
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