Welcome to Paradise

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12 abr 2009

Oh, Serena!

Comenzó a guardar todo en un bolso, sin ningún cuidado y con odio dentro suyo. Quería deshacerse de todo lo que le haga recordar a ella, principalmente de las fotografías. Esas que estaban esparcidas en el piso, y le recordaban muchos momentos hermosos, hacían que desee que ella estuviera junto a él. Esa relación que había terminado tan de repente, había sido la única en la que ambos habían demostrado amor verdaderamente, no como las demás, que eran como recuerdos infantiles. Quizás ambos se habían dejado estar esos últimos tiempos, pero él ya no quería sentir lo mismo, no le gustaba sufrir por nadie.

Con el bolso cargado de cosas, agarró sus llaves y salió de la casa. Se subió a su auto y tiró todo en el asiento trasero antes de acomodarse delante del volante. Encendió el motor y unos segundos después había comenzado a manejar.

A lo lejos, se iba haciendo clara una figura que reconoció al instante. Por el espejo de su vehículo distinguió a Serena, que había acelerado el paso hasta llegar a correr al verlo alejarse.

- Kai…- musitó deteniéndose y dándose por vencida.

Respiraba agitadamente y al no poder hacer nada más, una perezosa y rebelde lágrima rodó por su mejilla, terminando en la comisura de sus labios. Agachó la cabeza, y al clavar la vista en el piso, encontró una fotografía que seguramente se le había caído a Kai, en la que ellos dos miraban a la cámara abrazados, ella riendo del gesto graciosos de su novio. Dio media vuelta y comenzó a caminar a su casa otra vez, y la foto cayó en la vereda nuevamente, ya nadie la volvería a levantar.

Kai, que la había visto, seguía rígido ante el volante. No pensaba detenerse, una persona así no valía la pena, o eso pensaba. Y a pesar de que estaba seguro de su decisión y que no volvería con ella, se daba cuenta que sus sentimientos eran muy contradictorios. Por un lado quería volver a verla y sentir las cosas que había sentido, volver a abrazarla, y sentir sus suaves y delicados labios junto a los de él, sin que importe el resto del mundo. Pero otra parte de él, la odiaba, quería que desaparezca de su vida, porque ella había sido una de las personas que más había apreciado, como compañera, amante, consejera… Pensó que la conocía demasiado, y realmente se había equivocado.

Por estar tan sumido en sus pensamientos, casi choca al doblar en una esquina. El hombre que viajaba en el otro auto, comenzó a gritarle cosas sobre como conducir por la ventanilla, sin obviar ningún insulto, aunque Kai siguió su camino sin contestar, no le interesaba lo que a otro idiota le pueda pasar.

Al llegar a su destino, bajó del auto y agarró el bolso lleno de cosas. En el momento en que cerró la puerta, su celular, que había quedado dentro, comenzó a sonar. Él se alejó sin oírlo. Caminó unos metros hasta que llegó a las orillas del mar, había estacionado en una playa. Con la vista perdida se desplomó en la arena, dando un sonoro suspiro. No sabía si estaba seguro de lo que iba a hacer, pero era lo mejor.

Abrió el bolso, dejando a la vista todos los recuerdos y las fotografías, a las cuales miraba con desprecio. En el interior del auto, el celular seguía sonando insistentemente, como si no fuera a darse por vencido. Kai sacó un cigarrillo y un encendedor. Lo prendió y comenzó a fumar mientras jugueteaba prendiendo y apagando el encendedor constantemente. Cerró los ojos y lo dejó caer. Lentamente cayó sobre el bolso y en menos de unos segundos, todo su interior se estaba incendiando, todo ese pasado se estaba esfumando. Lanzó humo por la boca mientras observaba el pequeño montón hacerse cenizas, y en ese preciso momento, el celular en el auto había dejado de sonar. Se dio vuelta y comenzó a caminar, después de arrojar su cigarrillo también a la pequeña hoguera. Pasó por al lado de su auto, pero no subió. En lugar de eso, sus pasos comenzaron a tomar velocidad, hasta que se encontró corriendo rumbo a ningún lado.

Llegó hasta una pequeña plaza y se tiró en el césped con la vista al cielo. Su cabeza era una laguna, ¿qué era lo que sentía? No tenía claro ni donde estaba, ni por qué se encontraba allí, ¿qué le pasaba? Sus ojos le pesaban más que nunca, hasta que se rindió ante esa extraña sensación y cerró sus ojos, quedando totalmente inconciente.

En ese lapso en el que se quedó tendido en el suelo, su cabeza decidió inconcientemente borrar todos sus recuerdos. Cuando despertara, ya no habría más Serena que atormente su vida. Era algo inexplicable, a lo que nunca buscaría ni encontraría respuesta, pero esa preocupación y ese nudo en el estómago se había ido. Ya solo dormía en el césped, con los rayos de sol dando directamente en su rostro.

A lo lejos, empezó a oír una voz que lo llamaba. Pensó que estaba soñando, hasta que comenzó a abrir lentamente los ojos. Parpadeó un par de veces y se cubrió los ojos con las manos para que no le dé el sol. Delante de él se encontraba una chica que lo miraba algo preocupada, sentada a su lado.

- Hey, ¿te encuentras bien?- inquirió sonriendo.

Kai se incorporó de inmediato y la observó de arriba abajo. Era muy bonita, su rostro se le hacía familiar, aunque no sabía de dónde. La chica también lo miraba extrañada, parecía que también se le hacía conocido de algún lado. Después de estar en silencio unos segundos, reaccionó y contestó algo avergonzado.

- Si… estoy bien.- respondió con la vista clavada en el piso.

- Ah, es que te vi aquí tirado y me preocupé.- explicó sonriendo.- ¿Cómo te llamas?

- Kai.- contestó rascando su cabeza.- ¿Y tú?

- Serena.- dijo sonriendo.

Ese nombre… De algún lado le sonaba, y no tenía idea de donde. Se quedó pensando unos segundos, la joven también parecía estar pensativa. Pero se notaba que no era una persona que se quede demasiado tiempo pensando en un tema, rápidamente decidió olvidarse de sus pensamientos y seguir con la charla.

- ¿Y qué hacías aquí? Es raro encontrar a una persona sola durmiendo en la plaza porque si.- comentó lanzando una risita.

- Oh, Serena, ojala pudiera darte una respuesta.- contestó riendo.

Probablemente se haya olvidado de su pasado, pero ésta parecía una contradicción de la famosa frase: “todo lo que empieza, termina”. Ninguno de los dos recordaba nada. Quizás solo les tocaba volver a empezar.



Corto gracias a mi profesora de lengua... Qué ironía...

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