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19 dic 2010

Mágico como un sueño

... Sólo recuerdo la última parte de lo sucedido, porque de lo anterior sólo retuve imágenes y el miedo. Pero lo último lo recordaba con tanto detalle, que cuando abrí los ojos, mi corazón seguía latiendo muy rápidamente.
Estaba en un patio grande, de piso de cemento y rodeado de edificios, parecido al patio exterior de mi escuela primaria. Pero yo sabía que era el patio de mi actual casa. Caminaba hacia la puerta, junto con mi papá, y acabábamos de escapar de algo. La puerta se acercaba con lentitud, y cada vez sentía más miedo. Cuando estábamos llegando, me giré para verificar que nadie nos seguía, y aunque no pude ver a nadie, el silencio me indicó que debíamos correr. Nos metimos rápidamente adentro y cerramos la puerta justo cuando un rayo verde fue disparado hacia nosotros. Mi papá cerró la puerta de madera pintada de azul en un ademán rápido que impidió que el rayo verde lo alcance. Yo me había caído al piso. Me miró y no alcanzó a decir nada, porque la puerta empezó a ser empujada por alguien desde afuera, y él empujó para detenerla. Me puse de pie de un salto e intenté ayudarlo.
Lo primero que hice después de apoyarme al lado de él, fue sacar la varita de mi bolsillo. Mi papá no podía sacar la suya, así que por un pequeño espacio entre la puerta entreabierta y la pared, yo lanzaba hechizos sin siquiera pensar en si podían ayudarnos en ese momento o no. Sí sabía (y esto era lo que me aterraba) que afuera había más de una persona y que todos ellos querían acabar con nosotros.
La fuerza de ellos que evidentemente era superior a la nuestra, terminó por sacar la puerta de sus goznes, y ahora era sostenida en pie sólo por nuestro peso. Era nuestro escudo, lo único que nos protegía de los rayos de colores que provenían desde afuera. Mi papá hacía fuerza, no podía permitirles la entrada. Ese era nuestro hogar, ahí adentro estaban... Mis hermanas.
Cuando ésta idea se cruzó por mi cabeza, no lo pensé dos veces. Quise decirle a él que iba a ir a buscarlas para escapar, pero no me salió ni una palabra de la boca. Me alejé de la puerta, corriendo por un largo pasillo, hasta que me crucé con otro y giré hacia allí, y ya no vi más a mi papá por el momento. Al final entré por otra puerta hacia la habitación, donde mis hermanas dormían. El lugar era enorme, con paredes muy altas pintadas de blanco, y sólo había en él dos camas, en las cuales estaban mis hermanas. La más grande estaba despierta, aterrada. Se levantó de un salto cuando entré, y cuando vi que me había ahorrado el trabajo de despertarla, fui hacia mi hermana más chica. Con el pelo completamente revuelto y cara de sueño, la obligué a levantarse.
- ¡Dale, despertate, vamos! -grité histérica, agarrándola del brazo.
Se levantó todavía envuelta en una frasada grande y rosa, que en la vida real me habría sorprendido ver porque se supone que la habíamos tirado hacía años. Se envolvió en ella y la abracé con mi brazo derecho. Con el otro brazo, rodeé el cuerpo de la mayor, y salimos de la habitación, mientras sostenía mi varita en alto.
Corrimos por el pasillo otra vez y terminamos en el comedor, que era muy parecido en realidad al comedor de la casa de mi abuela. A mi izquierda, la pared y la ventana más grande de la casa habían sido destruídas casi por completo. La ventana se mantenía sólo por lo poco que quedaba de la pared, y mi papá estaba ahí con alguien más que no reconocí. Ya había sacado su varita y los rayos verdes que entraban y salían iluminaban el patio de afuera. Había más gente, eran mortífagos. Comprendí que no podíamos quedarnos ahí, o de lo contrario, algún hechizo podría alcanzarnos, así que nos fuimos hacia la derecha, donde estaba la puerta de la cocina. Ésta habitación era un poco más chica, y, al igual que el comedor, era muy parecido o casi igual a la cocina de mi abuela. Había una mesa chiquita apenas entramos, y a nuestra derecha estaba la puerta que daba hacia afuera, al lado de la heladera. Al lado de ésta última, había un espacio, y finalmente, contra la pared de en frente, había un mueble grande debajo de una ventana.
Corrí hasta la puerta junto con mis hermanas, agachadas las tres, ya que ésta tenía una ventanita pequeña en la parte superior y podíamos ver y ser vistas desde el patio de afuera. Tenía que empujarles la cabeza porque ellas querían ver qué pasaba. Cuando fui a empujarlas una vez más, me detuve porque afuera hubo movimiento. Me quedé paralizada, en silencio. A simple vista, el patio de ese lado estaba vacío; todos estaban luchando del lado de la ventana grande, en el comedor. Mis hermanas asomaron la vista también, no se los impedí. Estaba temblando ligeramente. Nos quedamos petrificadas hasta que escuché una risa maniática, fría, demente.
Mis ojos se abrieron enormemente y volví a empujarlas hacia abajo una vez más, justo antes de que un rayo de luz verde atravesara la ventana de la puerta. Los vidrios rotos cayeron sobre nosotras, y mis hermanas empezaron a llorar.
- ¡AGÁCHENSE! -grité y me puse de pie. Mi hermana más chica tiró la frasada por encima de mi otra hermana y se cubrieron las dos.
Empecé a tirar hechizos sin lograr acercar ninguno. Ya sabía quién era la que estaba afuera, pero no la había visto todavía. La puerta amenazaba con salirse otra vez, porque ésta no era de madera, sino de un metal viejo y casi oxidado que no iba a resistir mucho. Llegaban hechizos que esquivaba de milagro, y tiraba otros que también eran esquivados. Quería ayuda, y justo entonces, llegó mi mamá. Me empujó hacia un costado y tiró algunos hechizos sin hablar con su varita, para después volver a esconderse contra la pared. La bata blanca estaba toda sucia y para nada arreglada, y su cara estaba traspirada. Volvió a acercarse a la ventanita y salió de su varita un rayo de luz verde.
- ¡Correlas a un costado! -me dijo, refiriéndose a mis hermanas, que estaban acurrucadas a nuestros pies.
Las obligué a levantarse, sosteniéndolas de la cabeza para que no se incorporen del todo y se mantengan agachadas y caminamos hasta el rincón entre el mueble y la heladera.
- Quédense ahí -les dije cubriéndolas bien con la frasada. Las dos estaban llorando.
Cuando volvía con mi mamá, la vi. Afuera, una melena de pelo negro enrulado corrió delante de nuestros ojos. Su cara pálida y demente nos lanzó una desvergonzada risa y alzó su varita hacia nosotros. Bellatrix Lestrange era quien estaba intentando aniquilarnos a mi madre, mis hermanas y a mí. Soltamos varios hechizos con mi mamá en dirección a ella, pero los esquivó maravillosamente, y después tuvimos que cubrirnos otra vez. Pero ella había pasado en frente de la puerta para dirigirse hacia la otra ventana, la que estaba encima del mueble. Había rejas y era muy pequeña, no podría entrar por ahí, pero supe que lo que pretendía era matar a mis hermanas. Simplemente por el hecho de vernos sufrir, simplemente porque le gustaba, porque estaba loca y quería hacernos sentir el mayor dolor que puede uno sentir.
Corrí hasta el rincón, justo cuando aparecía en mi campo visual a través de la ventana.
- ¡Rictusempra! -grité, y el hechizo atravezó la ventana rota sin producir ningún efecto.
Varios hechizos rozaron las cabezas de mis hermanas, cubiertas por la manta, y cada vez que ocurría, la más chica gritaba o lloraba más fuerte, y la otra la abrazaba con fuerza, tratando de calmarla. No podía decirles que se levanten, y no podía ponerme delante de ellas, o sería muy fácil que me maten a mí también. ¿Y después qué? Mi mamá intentaba acercarse a nosotras, pero mi papá estaba teniendo serios problemas para detener a los otros del lado del comedor.
Me acercaba más a la ventana y volvía a alejarme rápidamente, para lanzar hechizos que sabía que nunca servirían. Bellatrix hacía lo mismo, sólo que podía moverse con más facilidad. Un rayo de luz verde pasó rozando por mi oreja, y mis hermanas gritaron. Entonces me acerqué más. Justo entonces, Bellatrix pasó por en frente de la ventana para ocultarse del otro lado. En unas milésimas de segundo, la vi saltar hacia el otro lado. Y en esas mismas milésimas de segundo, levanté mi varita, con lágrimas en mis ojos.
- ¡Avada Kedavra! -grité lanzando mi brazo junto con el hechizo, sosteniendo mi varita con fuerza, de la cual salió un rayo de luz verde. Y le dio justo en el corazón. Y la muerte fue instantánea, indolora, pero a pesar de eso, vi en su rostro una mueca de sufrimiento, que se había formado antes de recibir el hechizo. Justo un instante antes. Antes de caer al piso, ya estaba muerta y yo permanecí de pie, con abundantes lágrimas cayendo por mis mejillas. Mis labios se apretaron con fuerza y volví a levantar la varita-. ¡Avada kedavra, avada kedavra! -grité desesperada, disparando un hechizo que ya era inútil, simplemente porque me sentía abatida yo misma.
Se me cruzó por la cabeza la idea de que había matado a alguien, y más lágrimas lucharon por salir de mis ojos, pero después miré a mis hermanas, que me miraban también con sus ojos irritados, y me dije que ya tendría tiempo más tarde para pensar en mi moralidad. Dirigí una rápida mirada hacia la ventana y me acerqué a ellas. Algo me hacía desconfiar del cuerpo inerte de Bellatrix. Sabía que no volvería a moverse, pero seguía sintiendo miedo de ella, de que en aquel momento pudiera levantarse y matar a mis hermanas. Las abracé a las dos con un brazo y con el otro sostenía la varita, y fuimos hasta la puerta de la cocina que conectaba con el comedor, y ahí nos alcanzó mi mamá. Las abrazó y las condujo hacia otro lugar. De la pared que intentaba cubrir mi papá y ese otro que no sabía quién era, ya casi no quedaban rastros. Sólo escombros, tras los cuales ambos hombres se escondían para evitar hechizos. En cualquier momento podían cansarse lo suficiente como para perder velocidad, y no poder esconderse a tiempo...
Mi mamá se unió a ellos. Había escondido a mis hermanas en otra habitación. Y estaba por correr con ellos cuando decidí darme vuelta y mirar hacia la cocina. Y para mi horror, detrás de la ventana hubo movimiento. Mi corazón latía con violencia, pero pude reaccionar rápidamente. Me acerqué otra vez a la ventana, con miedo. Yo le había dado, Bellatrix estaba muerta, porque le había dado más de una vez. Pero de todas formas, la vi, sólo que ésta vez me sorprendí más por lo que pasó que por el hecho de verla viva.
Se levantó, y al hacerlo, dejó atrás su cuerpo. La mujer que se había levantado era joven, bella y con una mirada que no se parecía en nada a la anterior. Sus ojos ya no eran demoníacos ni había rastros de locura en ellos. Observó su cuerpo con pena, dolor y después me miró a mí, con la misma expresión en el rostro. Su piel, antes pálida y grisásea, ahora obtenía un color más natural. Sus finos labios eran de un rosado húmedo y su rizado cabello castaño no la hacía ver mal. Su cara parecía pequeña entre aquella melena oscura. Entró por la ventana (pudo hacerlo porque para entonces, ésta ya estaba destrozada y ya no tenía rejas) y avanzó hacia mí, con serenidad. Intenté levantar mi varita, pero el horror se había apoderado de mí. Habría comenzado a soltar hechizos como una loca de no ser por el repentino cambio. Pero no podía, simplemente porque debía saber.
Cuando estuvo parada en frente de mí, levantó los brazos, y al momento siguiente, sentí su cuerpo junto al mío. Tardé en darme cuenta de que me estaba abrazando. Sus brazos me rodeaban, aunque yo no hice lo mismo. Su pelo me molestaba en la cara, pero no me atrevía ni siquiera a correrlo. Su piel era cálida y suave, era como si de verdad se tratara de una persona viva, cansada porque acababa de batirse a duelo con alguien, estaba cubierta por un leve sudor. Pero en realidad, tampoco sabía de qué se trataba. No sabía si estaba viva o muerta, si era una persona o un fantasma... Pero los fantasmas no tenían la piel tan cálida.
Su voz tembló.
- Gracias -musitó aferrando sus manos con fuerza a mi ropa.
Mi corazón seguía latiendo con fuerza, pero ya no sabía si era miedo. Escuchaba los ruidos en el comedor, pero no podía hacer nada, porque aquella situación era más extraña aún. Mi cara estaba atrapada entre su cuello y mis brazos inútiles a los costados de mi cuerpo. Intentaba pensar con claridad, pero el cansancio y la confusión me lo impedían. Me alejé un poco, y se salió su pelo de mi cara, por lo que pude ver. La miré a los ojos, pero no me soltaba todavía. Le sequé las lágrimas con el ceño fruncido.
- De nada -contesté, sin saber si era en realidad la respuesta correcta.
Ella sonrió. Sus labios jamás habían mostrado una mueca tan adorable, o si lo habían hecho, seguramente la habrían olvidado con rapidez. La piel en su rostro también era suave. Me alejé un poco más, sin dejar de mirarla. Tenía que hacer algo rápido si no quería que pensara que estaba demente. Pero probablemente, ella ya sabía también todas las cosas que se cruzaban por mi cabeza, y entendería cualquier reacción mía, fuera estúpida o no...

Cuando me desperté, todavía tenía la sensación de estar mirándola fijamente. Me acordé que también, entre esa mezcla de sensaciones había tenido ganas de correr, quise besarla también porque miraba sus labios más que a sus ojos, quise pedirle que nos ayude a alejar a los otros mortífagos, quise hacer un montón de cosas. Y aseguro que todo lo que pude redactar ahora, lo recuerdo muy bien. No exageré ningún detalle. Hacía mucho que no me acordaba de un sueño con tantos detalles. Últimamente, soñaba un montón de cosas y no lograba recordarlas al despertar. Por eso me sorprendió esto. Me desperté de golpe, como quien se despierta de una pesadilla gritando. Sólo que no grité. No sé si fue una pesadilla, porque al final todo fue muy confuso. Pero me acordaba de todo, de cada gesto visto en el rostro de mis papás y mis hermanas, de cada palabra, de cada acción y cada momento, desde el momento en el que corrimos con mi papá hasta la casa para salvarnos de un terrible ataque sorpresa.
Después, pensando en detalles, me di cuenta de que nosotros hubiéramos sido una familia de magos, mi hermana más grande también tendría que haber tenido varita, ya que habría estado en segundo año. Pero son detalles sin importancia. Lo que sí importa es que mi inconciente está bastante lleno de Harry Potter, y es curioso porque no creo estar tan loca por el libro o película. Soy muy fanática, pero de hecho, hace mucho no leo nada de Rowling, y la última vez que vi una película fue hace bastante también. Pero tuve otro sueño anoche que también tuvo que ver con alguien con quien no hablo hace mucho tiempo... Aunque entiendo porqué soñé con él. Y es porque creo que no lo voy a volver a ver más, porque tiene que ver con la escuela, y porque ayer fue probablemente la última vez que lo vea. No tiene importancia, simplemente fue raro.
Mis sueños, llenos de magia.

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